4 obras para conocer la historia de Pablo Picasso (parte 2)

Si no leíste el newsletter de la semana pasada, es momento de que regreses a tu bandeja de entrada y lo busques, pues ésta es la continuación de la historia de Pablo Picasso y los múltiples estilos artísticos que adoptó durante sus más de siete décadas de producción.

La semana pasada nos quedamos en el cubismo, un movimiento desarrollado por Picasso y el pintor Georges Braque, donde la composición parece ser vista desde distintas perspectivas al mismo tiempo. Este movimiento fue muy relevante para la obra de Picasso; sin embargo, para 1921, ya lo había abandonado en parte debido a la Primera Guerra Mundial (un hecho que conmocionó a todos, incluyendo a los artistas).

Durante la posguerra, surgieron dos movimientos que abordaron el colapso moral que siguió al conflicto. Uno, fue el surrealismo fundado por el poeta André Breton y otro un regreso al orden y la tradición clásica (neoclasicismo). Picasso pasó las décadas de 1920 y 1930 involucrándose en el neoclasicismo y luego en el surrealismo, cada uno de los cuales le brindó nuevas oportunidades para “inspirarse” en otras obras y artistas.

1. Gran Bañista (neoclásico)

Picasso se embarcó en su fase neoclásica después de un viaje a Italia en febrero de 1917. Aunque ya se había familiarizado con los viejos maestros cuando estudiaba en Madrid (como se puede ver en sus pinturas inspirada en el Greco), en su visita a Florencia y Roma se encontró con artistas del Renacimiento, entre ellos Rafael y Miguel Ángel.

Estas nuevas inspiraciones, así como su relación con la bailarina Olga Stepánovna Khokhlova, quien se convirtió en su primera esposa y le presentó un círculo de amigos más refinado, lo llevaron a explorar el estilo neoclásico (a su manera), con figuras mejor definidas.

La pintura Gran Bañista, elaborada por el español en 1921 es un gran ejemplo de la manera en la que Picasso imprimió su estilo más primitivo en este movimiento. Su enfoque enfatizó la masa corporal para representar desnudos, bañistas y bailarines como presencias monumentales.

2. Bañista sentada a la orilla del mar  (surrealismo)

Este “regreso al orden” con el que experimentó Picasso por un tiempo, dio paso a su incursión por otro movimiento (muy distinto): el surrealismo. Aunque el fundador del movimiento, André Breton, ya consideraba a Picasso como un artista surrealista e incluso lo había invitado a participar en una exposición colectiva, no fue hasta años después que Picasso realmente retomó este estilo.

Dado que parte del surrealismo estaba inspirado en la lectura de Breton de Sigmund Freud y en los sueños, no es de extrañar que este movimiento lograra que Picasso mostrara otro tipo de desnudos femeninos, más monstruosos y desarticulados. Fue durante esta época también que la protagonista y musa de muchos de sus pinturas, Olga, se empezó a convertir en una antagonista. 

3. Mujer ante el espejo (un año de reinvención)

Para entender por qué 1932 fue un año tan importante, primero tenemos que hablar Marie-Thérèse Walter. El matrimonio de Picasso y Olga comenzó a deteriorarse en 1927 cuando Picasso, entonces de 45 años, comenzó a salir con una modelo de 17 años llamada Marie-Thérèse Walter. Conocida como la “musa de oro” de Picasso, Marie-Thérèse lo inspiró enormemente. De hecho, fue ella quien modeló para Mujer ante el espejo, uno de sus cuadros más conocidos y de los favoritos del artista.

El año en que Picasso lo pintó (1932) fue un momento decisivo para él, pues además de cumplir 50 años, los críticos de arte comenzaron a llamarlo viejo e irrelevante. Fue por esto por lo que pospuso la producción de obras para una retrospectiva que tendría en la Galerie Georges Petit en París hasta unos meses antes de la fecha de apertura, cuando se puso a trabajar y creó un cuerpo de pinturas (incluyendo distintos retratos de Marie-Thérèse) que lo volvieron a posicionar como uno de los artistas más famosos del mundo.

4. Guernica (y todo lo que pasó después de la Segunda Guerra Mundial)

Al igual que Las señoritas de Avignon, Guernica resultó ser una pintura muy diferente de lo que pretendía el artista. Picasso había recibido el encargo del gobierno español de crear un gran mural para el pabellón de España en la Exposición Universal de 1937 en París, el cual ayudaría a crear conciencia sobre el conflicto del gobierno con Franco.

Al principio Picasso pensaba usar el tema del estudio del artista, pero cuando supo la noticia de la destrucción de Guernica, poblado de Vizcaya, España, en abril de 1937 cambió su planteamiento completamente para retratar de la manera que sólo él podía esta tragedia. La pintura le tomó menos de dos meses y prescindió de su política habitual de no admitir visitas mientras estaba en su estudio, haciendo una excepción para permitir que personas influyentes lo vieran en acción con la esperanza de promover el sentimiento antifascista.

Aunque después de la guerra no produjo obras tan famosas como lo fueron Las señoritas de Avignon y Guernica, tampoco tenía que hacerlo, pues ya se había ganado un espacio en el imaginario del público similar al de Miguel Ángel y Leonardo.  A lo largo de los años continuó desarrollando su arte en todos los medios, incluidas la cerámica y los grabados, pero sus esfuerzos más relevantes fueron en escultura.

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